viernes, 10 de noviembre de 2017

El Engendro. Parte II

(Continuación del episodio anterior)

- Hola Laura.
- Ho-hola-, respondí trémula sin sobreponerme aún del respingo.
- ¿Te he asustado?
- Un poco, sí…
- Mira que me extraña, si estás harta de verme.
- No recuerdo haberme encontrado antes contigo…
- ¡Pero si estamos juntos todo el día! A cada momento.
- Perdóname si no te reconozco, es que estoy muy agobiada ahora mismo... No veo nada, ni siento nada, no sé adónde ha ido el suelo que había bajo mis pies. ¡No sé dónde están mis pies! Es angustiosa esta luz blanca y plana… ¿No será que estoy a las puertas de…? ¡¿No serás un heraldo de la muerte?! ¡¿Me ha dado un jamacuco?!
- No, tranquila. Estás viviendo un proceso poco común, pero nada grave.
- ¿Pero es un jamacuco o no es un jamacuco?
- No. Has sufrido un desprendimiento de realidad.
- ¿Qué?
- Y yo soy tu realidad, pero concentrada y parlante.
- ¡¿CÓMO?!
- Entiendo que es difícil de digerir. A una no se le cae la realidad todos los días, pero es lo que te ha pasado. Se te cayó la realidad de tanto usarla.
- ¿Pero cómo vas a ser tú mi realidad? La realidad no es ningún ente, la realidad es otra cosa… la realidad es, es…
- … Que no sabes lo que es la realidad, admítelo. Y que tomas por real el cuento que te cuentas cada día.
- ¿Qué cuento?
- Uf, estás más verde de lo que me temía… Mira Laura: lo que tú ves, lo que sientes, lo que crees, no es lo REAL. Sólo se trata de la realidad parcial y sesgada que creas tú y, como tú, cada individuo que vive sobre el planeta Tierra. O sea, que cada persona crea su realidad. Y… ¡voilà!: yo soy la tuya. Soy lo que creas cada día. Yo soy… ¡TU ENGENDRO!
- Me quedo loca.
- … Contengo la herencia cultural de tus ancestros, tu contexto sociopolítico, tu acervo geográfico. Pero también la ideología que has desarrollado a través de tus experiencias, de la opinión de la gente que te rodea, de los libros y periódicos que lees…
- Un momento, si tú sólo eres un compendio de conceptos inmateriales, ¿por qué carajo desde que te has desprendido no puedo tocar mi cuerpo ni ver el sofá ni nada de lo material que me rodeaba?
- Digamos que las cosas, la VERDAD pura y dura, lo que verdaderamente ES, sigue estando ahí: neutral, modoso, pasivo… también tu sofá y tu salón siguen ahí embebidos en esta luz blanca, pero desde que me he independizado no los ves porque solo puedes acceder a todo ello si me pongo delante de tu vista, de tu oído, de tu olfato, tu gusto y tu tacto... Sólo si yo, tu engendro, te filtro e interpreto lo que existe.
- Pero vamos a ver, si aquí delante estaba el sofá, yo tendré que ver un sofá y puntopelota. ¿Qué clase de interpretación cabe ahí?
- No querida, adheridos a ese sofá hay un sinfín de adjetivos provenientes de las ideas que has ido almacenando con el tiempo y que yo, tu engendro, contengo: cómodo, hortera, bonito… el sofá que tú ves no es el mismo sofá que ven tus invitados. Tampoco tu ciudad es la misma en la que viven tus vecinos; ni tus parámetros de justicia son los que deberían engrasar la maquinaria que mueve el mundo...
- Espera, ya sé por qué has venido. Estás aquí por mi cabreo de estos días, ¿verdad?
- Claro mujer. Estabas ahí tan vehemente dando por sentadas y reales tus visiones del mundo que has provocado mi desconexión. Es lo que pasa cuando un individuo cárnico como tú asume como real lo que ve a través de su engendro, y más cuando se despliegan ante él engendros de, digamos, ideas contrapuestas. En ese caso la temperatura del individuo cárnico se incrementa de tal modo que puede provocar la declaración unilateral de independencia de su engendro. Lo que nos ha pasado a ti y a mí, vaya.
- Qué movidón.
- No es poco, no. Se desencadenan guerras y todo cuando la gente se empeña en defender a ultranza su propio engendro. No hay que subestimarnos.
- Oye Engendro, y si cada humano sólo ve su propia realidad, ¿nunca podremos acceder a la verdad verdadera?
- Claro que podéis. Lo REAL y verdadero es la suma de todos los engendros. Sólo hay que asomarse a la realidad de los otros para ir, poquito a poco, componiendo el enorme puzzle de la verdad, es decir, de esta luz blanca y silenciosa que todo lo llena.

Dicho esto, el engendro pegó un salto y se volvió a encaramar sobre mí y sobre cada uno de mis sentidos. Las flores de ajo secas, la ventana, el sofá y mi propio cuerpo volvieron a ser los protagonistas de aquella realidad inmediata. También el teléfono y la pantalla del Facebook con su despliegue de opiniones cercanas o lejanas, eso es lo de menos, de mi círculo afectivo.
Conocer a mi engendro no me eximió de seguir la pauta de mis ideas, no tengo otra alternativa para manejarme en el mundo material, pero desde entonces me acerco con respeto al engendro de los otros porque sé que conocer sus realidades es el único modo de acceder a esa verdad silenciosa que pacientemente nos aguarda.

El Tao Te King, sin pasarse de moda

viernes, 3 de noviembre de 2017

El Engendro. Parte I

No me va a dar la vida para descubrir todos los secretos que albergo.
Éste apareció ante mí hace unas semanas, no sabría precisar el momento exacto. Surgió tímidamente dando señales que en principio no supe que lo eran. ¿Cómo iba a saber que la indignación y el enfado eran síntomas de su presencia? Pero sucedía, y mis emociones se disparaban ante ciertas concatenaciones de sonidos emitidos por individuos cercanos o lejanos, eso es lo de menos, de mi círculo afectivo.
Después fue lo de los brazos y los ojos. Las secuencias fonéticas que hasta entonces sólo me indignaran, activaban ahora un resorte conectado a mis manos que automáticamente provocaban su elevación y posicionamiento sobre el cráneo. Yo observaba patidifusa el proceso indignación-resorte que en ocasiones tornaba a una variante en la que las manos en forma de puños sobre las cuencas de mis ojos comenzaban compulsivos episodios de frote, acaso para eliminar algún inmaterial velo.
Por último pude verbalizar y tras una nueva exposición a aquellas enigmáticas sucesiones orales, llevándome las manos a la cabeza y restregando mis ojos después, exclamé: -¡Pero dónde está el sentido común!-. Por gracia del verbo, en ese instante una entidad hasta entonces ignorada, se me desprendió de los hombros con untuoso movimiento arrastrando tras de sí una suerte de tentáculos ubicados sobre mis sentidos, dejándome paradójicamente sumergida en una ceguera y un silencio difíciles de explicar.
El sofá donde hasta hace un instante me recostaba mirando el Facebook, mis plantas, la ventana hacia la calle, la tele, el florero con flores de ajo secas…, habían sido engullidos por una nada saturada de intensísima luz blanca. Aislada de todo estímulo no pude escuchar el grito que me desgarró la garganta. Angustiada, quise volver a frotarme los ojos pero ya nada sentía, tampoco el roce de mi piel. Pero entonces ahí, a mi izquierda, descubrí que flotando y perturbando la ausencia de contexto se retorcía una extraña entidad de incontables matices. Aunque espantosa, fue para mí un consuelo hallar una referencia y comprobar que no había perdido del todo la vista.
Reduje como pude el espacio relativo que nos separaba. Era el ente más inquietante de todos con los que hasta entonces me había topado. No era ni sólido ni líquido ni gaseoso pero contenía todos los estados a la vez. Era dúctil y maleable; era ligero y denso al mismo tiempo. Se movía despacio en hipnóticos giros sobre sí mismo pero no era esférico sino irregular. Era una irregularidad constante flotando ante mis limitados ojos. Eso era. 
Me acerqué más todavía al amasijo y para mi sorpresa, bajo de su piel translúcida comenzaron a definirse formas y escenas familiares. Imágenes de mi vida alejadas y recientes en el tiempo, desde mi primer y traumático encontronazo con los reyes magos hasta la profusión de banderas de los últimos días, como si aquel ente fuera una bola blanda de cristal y yo una gitana adivina asomándome a sus entresijos.
Y entonces, con una voz hueca plagada de sonidos, aquella cosa me habló.
 
(Continuará)