lunes, 26 de septiembre de 2016

Mucho más que 5 Ritmos

¿Por qué no bailo, con lo que me gusta?
Una pregunta que más que pregunta, fue detonante. Abrí el ordenador, busqué entre mi música y ahí, en el espacio entre la cama y el armario, bailé. Sin mucha convicción al principio pero lo hice, y a medida que me movía la vida empezaba a circular, temerosa, de nuevo.
En mitad de mi trémula danza me acordé de Helena y de la sesión que pocos años antes había probado de sus Cinco Ritmos. Por aquel entonces únicamente la vaga imagen de una mujer reconocida y la entusiasta recomendación de mi hermana con amigos comunes de por medio, fueron avales suficientes para animarme a asistir a un taller del que sólo conocía su nombre.
La sala era muy grande y caras familiares se mezclaban con extraños. Nos colocamos obedientes en círculo y, en medio, Helena nos explicaba qué era eso de los Cinco Ritmos. Fluido, Staccato, Caos, Lírico y Quietud… Mientras, yo trataba de memorizar las pautas de cada uno por si después había que tenerlas en cuenta para la práctica.
Pero la duda se despejó pronto. Tras unas dinámicas para tomar contacto con la sala, con el resto de participantes y con nosotros mismos, ya no hubo más pauta ni dinámica que la que traía consigo la música. Aun cohibida por la presencia del resto, le abrí paso al Fluido y un sinuoso movimiento se instaló entre mis articulaciones, tímidas todavía. Atraídos por el baile fueron acudiendo, curiosos, los trozos de mí que aún andaban esparcidos por toda la sala: mi pudor, mis dudas e inseguridades… sin saber que al acercarse se diluirían en la fuerza centrípeta de mis giros. Bailando, me iba reconociendo.
Al cabo, subió el tempo y mi cuerpo respondió al Staccato con gestos más definidos, más secos, más lineales. Empezó a incomodarme el estar parada en un mismo lugar y para mi sorpresa me transformé en planeta, girando sobre mí misma y alrededor del universo que acababa de encontrar. Me divertía y de eso se trataba… Pero no había tiempo para pensar y menos cuando una corriente endiablada me atravesó sin permiso, entrando por los pies y transformando mis acompasados contoneos en impulsos casi eléctricos. Toda yo era movimiento incontenible y la sala se había esfumado. Con el Caos dentro no era dueña de mi cuerpo, que me sorprendía con espasmos salvajes como jamás le había visto. Rota mi estructura, era más pura que nunca por eso me abandoné y al abandonarme, me sentí libre.
Giving it (completely) all
Recuperé el aliento y la consciencia de mí gracias a la suave transición hacia el Lírico pero era una yo diferente, más liviana, más viva, flotando dentro de una intimidad que no quería abandonar todavía. Por eso seguí indagando en la extensión de este cuerpo recién descubierto que era el mío. Jugué con su amplitud y con la delicadeza de un compás que se iba ralentizando poco a poco. Entonces mis pies se volvieron raíces y el movimiento, sin irse aún del todo, me mecía suavemente. Tanta vida que se había agitado se instaló sobre mi piel encendiendo cada una de mis células, mientras el balanceo cada vez más sutil me iba invitando a la Quietud, al silencio, al vacío… a mí.
Nunca imaginé que el baile, el juego, seguían estando a mi alcance y que eran la llave maestra para recuperar mi lado más salvaje, más puro y verdadero...
Por eso aquel día danzando tímidamente al lado de mi cama recordé los Cinco Ritmos. Llevaba un tiempo alejada de mi propio sendero. Recuperarlo significaba caminar durante un trecho entre zarzales pero entreví que la diversión, el juego y la risa me ahorrarían unos cuantos rasguños. Busqué a Helena Barquilla y decidí seguirla siempre que pudiera.
Atrás quedaron las zarzas. Bailando encontré un camino justo bajo mis pies.




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