lunes, 13 de julio de 2015

La enseñanza que escondía mi pirindola

Pirindola es una palabra viejuna, tan viejuna como el objeto al que representa. Sencilla hasta la vergüencita si la comparamos con las tablets con las que se entretienen los niños hoy en día.

La mía era roja y blanca pero no aparece en google

De muy pequeña yo tenía una pirindola. Creo que aún no sabía ni leer. Era roja y blanca con dibujos en negro por todo el canto. Me acuerdo de su tacto, me encantaban sus bordes redondeados y suaves y aparte de la alegría por hacerla bailar, me gustaba precisamente pasar las horas muertas explorando sus contornos.
Pero mi pirindola era un poco traviesa y se me perdía con mucha facilidad. Recuerdo de forma muy viva una imagen de mi misma, arrodillada delante del cajón donde solía guardarla, poniendo patas arriba el metro de costurera de mi madre, el papel blanco y fino con el que recortaba los patrones, las tijeras, una regla grande de madera donde a mis hermanos y a mí nos gustaba dibujar… pero la pirindola caprichosa, cuando estaba por esconderse, no había manera de encontrarla. Ante mi impaciencia mi madre me propuso que dijera “ya saldrá” cada vez que se perdiera y ese ya saldrá se convirtió así en mi particular manera de invocar a la pirindola ausente.
Pronto descubrí que esas palabras eran mágicas pues funcionaban de dos maneras diferentes: si decía ya saldrá y me olvidaba de verdad de la pirindola poniéndome a jugar a otra cosa, de repente aparecía en el lugar más insospechado y cuando menos lo esperaba. La sorpresa y alegría eran mayúsculas en ese caso. Si por el contrario pronunciaba el ya saldrá con fervor, con pasión, con angustia ante la posibilidad de que no apareciera, mi pirindola, efectivamente, no aparecía. Ya saldrá me repetía revolviendo una y otra vez en el cajón; ya saldrá; mirando debajo del mueble de la salita; ya saldrá, si seguía buscando en la mesilla de mi habitación… Pero nada. Cuando en este caso volvía a recuperar la pirindola no me hacía tanta ilusión como en la situación primera, por el contrario surgía el miedo ante una nueva pérdida y la codicia me impedía prestársela a mis hermanos.
Esa historia y ese ya saldrá, ha sido una de esas anécdotas vitales que siempre he recordado con cariño e indulgencia de parte de la adulta que soy ahora a la niña que entonces era.
Pero hete aquí que últimamente leo mucho en chino y cada vez estoy más convencida de que los antiguos sabios orientales eran conocedores del arte de vivir. El Wu Wei del Taoísmo es el arte de la no acción, entendido no como quedarte tipo ameba a verlas venir, sino como el ahorro del empeño, el prescindir de la obcecación por la búsqueda de la consecución de los deseos; la práctica de la aceptación de cada acontecimiento que llega a tu vida; la humildad al reconocer que todo lo que nos pasa es necesario para el desarrollo de nuestro potencial. No caer en la tentación de recorrer el camino directo y de rápida resolución hacia el que siempre nos quiere llevar nuestra mente y permitir, como dicen mis libros en chino, que tenga lugar el movimiento zigzagueante del que Lo Creativo se sirve para resolver cada cosa que sucede. Desapegarse de esa resolución que queremos que ocurra y confiar en que lo que venga por sí mismo será lo mejor para nosotros. Todo un arte. Nada fácil para seres cuyo ego es fundamental, por definición, para la vida.
Leyendo esos pasajes yo me acuerdo de mi pirindola y de las dos posibilidades de afrontar su pérdida. La primera de ellas, confiada, desprendida, humilde… aceptando sinceramente los hechos sin permitir que el resto de mis actos y juegos estuviesen condicionados por la pérdida y el afán de búsqueda. Puro Wu Wei.
La otra posibilidad, cargada del anhelo por encontrarla, me llevaba al sufrimiento y al llanto, a revolver por revolver en los cajones, desesperada por hacer algo para que apareciera. En definitiva, a no desprenderme de su ausencia, a no disfrutar de otros juegos mientras tanto. Actitud anti Wu Wei.
Es ésta una enseñanza que me ronda desde hace un tiempo y me doy cuenta que algunas de las últimas entradas de este blog están relacionadas con ella. Debe ser que es algo que tengo que aprender ahora pero que necesito abordarlo desde múltiples perspectivas para que lo asimile cada una de mis células. Quién sabe.
Mientras la enseñanza me cala de verdad o no, yo intento jugar con lo que tengo delante y saborear las situaciones que me llegan. Y si algún anhelo entra en mi mente, si me invade el ansia por llegar pronto a una meta inexistente, respiro, confío, llamo a la paciencia y muy bajito me digo: ya saldrá.

La foto es de esta página: www.cabalitodesign.com

6 comentarios:

  1. Qué bonito... El cierre precioso..y todo entero una gran lección.. La paciencia de la mano también del señor Wu Wei, no??
    Bokarito de nater

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    1. La paciencia, Bokaro Querido, va de la mano, a cuestas, abrazado como un monete... Éso y la confianza de que lo que venga es lo mejor que nos puede pasar. Casi ná.
      Un pedazo de beso!

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  2. Por ahí debe quedar alguna que otra cosa que debe salir en casa, no recuerdo el qué pero ya saldrá. (Lo que si ha salido hoy después de unos días olvidado ha sido el bonobus en la lavadora.)

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    1. Espero que aún siga apto para usarse... para lo demás: invoca, nunca se sabe qué puede salir de debajo del sofá.

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  3. En estos tiempos q corren...corren o corremos? Del ya, del venga,...q bien viene un "ya saldrá". Gracias

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    1. Pues sí porque cada vez te vas dando más cuenta que ante las cosas importantes, prácticamente ni pinchamos y cortamos así que tranquilidad.
      Besazos!

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