martes, 10 de marzo de 2015

El cuento que quise contarle al Cuentacuentos. Parte II

La primera parte de esta historia está aquí. En ella hay un cuentacuentos, un sueño encerrado, risas, estallidos, gente grande que se deja llevar por la magia y finalmente, un niño que juega con un pequeño globo naranja.

De camino a casa y aunque aún estaba lejos de escribir textos con principio y fin y mucho más aún de publicarlos, comenzó a tejerse la idea de contar un cuento con lo que acababa de ocurrirme en el Pachamama. El final con aquel niño custodiando mi sueño me seducía lo suficiente como para animarme a escribirlo y después enviárselo a Aldo como regalo de despedida. A cada paso que daba iba cavilando las dificultades que podrían presentarse al elaborar mi relato: si escribo un cuento tendrá que llevar moraleja, ¿no? ¿Qué es exactamente un cuento? ¿Lo escribo con lenguaje dirigido a niños? En esas estaba, con la historia fraguándose y yo a dos calles de mi casa cuando en la acera por la que caminaba me encontré otro globo naranja. Pero, ¿será posible? ¿Y esto ahora qué significa? Me pregunté. Cualquier adulto habría pensado que sería casualidad, que habría una fiesta de estudiantes por ahí cerca o si no, trataría de encontrar alguna otra explicación razonada y lógica ante la presencia de ese nuevo globo. Pero yo venía de ver a Aldo y de convertirme en niña por un rato así que opté por la magia y decidí que ahora que mi sueño ya estaba fuera de mí, ésa podría ser la nueva manera de comunicarnos. Mi sueño y yo nos haríamos un guiño cómplice cada vez que un globo naranja me asaltara de forma inesperada. Lógico.
Lo que ahora no sabía era qué hacer con el cuento. Desde luego este otro globo naranja le daba un nuevo giro a la historia. Quizá podría contarla sólo hasta la aparición del niño, qué se yo. Llegué a casa, encendí el ordenador y escribí un borrador para no olvidarme de los detalles de aquella noche. Durante varios días le di muchas vueltas pero el resultado no me gustaba así que la idea de regalarle un cuento al Cuentacuentos fue quedando relegada a un segundo plano. 
Aunque el cuento quedó aparcado, en el tiempo que ha pasado desde entonces volví a ver a mi sueño. Fue sólo una vez en los alrededores del colegio en el que yo estudiaba. Caminaba deprisa por la cuesta por la que tantas veces corrí de pequeña pues no quería llegar tarde a la clase de yoga que me tocaba impartir aquel día. Al final de la calle un globo naranja cruzó de derecha a izquierda, provocándome una risa que sólo yo entendía, sacándole el polvo a la idea de escribir esta historia. Recordándome que mi sueño aún no se había liberado. Me apresuré para intentar atraparlo pero cuando doblé la esquina el globo había desaparecido. No me importó: el mensaje me había quedado claro.
Aldo volvió los dos inviernos que siguieron confirmando que aquella noche de cuentos y globos no fue definitiva en realidad, sólo que desde entonces reparte su vida y sus historias entre dos continentes. Hace unas semanas hubo una nueva sesión de despedida en el Pachamama a la que, por supuesto, asistí. Como siempre, nos emocionamos, reímos, disfrutamos y probamos de nuevo su puchero. Al finalizar nos deseamos suerte y nos dijimos hasta pronto.
Unos días después volvía del trabajo con la bici. Señalicé mi giro a la derecha para apartarme hacia mi casa y allí en la puerta del bloque al lado de un enorme macetero, un globo naranja reposaba tranquilamente en el suelo. Lo miré cómplice sin que se me notara mucho y él me susurró que seguía encerrado. No pasa nada, pensé con paciencia y, mientras que la adulta que soy disimulaba de nuevo una sonrisa, me dispuse a ejecutar la serie de movimientos mecanizados que me permite entrar cada día en casa sujetando bici, bolso y llaves. Abrí la puerta y la sujeté con la cadera, empujé la bici adentro, metí la pierna izquierda, luego la derecha, me volví para cerrar y… ¡PUM! Me sobresalté pues no estaba previsto entre mis automatismos aquel estallido que venía de la calle. El corazón empezó a latirme fuerte. No me hacía falta salir de nuevo para comprobar que ahí al lado del macetero grande habría una goma de color naranja que hasta hace un momento había sido un globo.
Cualquier adulto podría haber pensado que, qué tontería, seguramente algún niño lo pinchó o quizá ese globo estaba ya muy recalentado por el sol; es completamente absurdo que pudiera significar otra cosa… Pero ahí al otro lado del espejo del rellano había una mujer sujetando una bici y por el brillo de sus ojos supe que para explicarse esa explosión, ella había elegido la magia.


Colorín, colorado…



El dibujito estaba aquí: http://www.forovegetariano.org/

8 comentarios:

  1. De verdad Lauri q has hecho q devore la historia, deseando q tus sueños se cumplan!

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    1. Gracias Francis!!
      De los globos aprendo que para que se liberen cosas, otras tienen que explotar... que digo yo.

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    1. Gracias, Angie!
      (a veces no tratamos el tema del agua... ;P)

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  3. Pues sí. La verdad es que, ya puestos, las explicaciones mágicas son mucho más interesantes. Y para qué queremos otras si al final viene dando lo mismo...

    Por otra parte, la presencia de ese globo justo ahí, justo en ese momento, es algún tipo de guiño del destino, y con los guiños hay que ser considerados.

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    1. Es una manera de ponerle un poquito de color a todo, sí. Claro que hay que equilibrar la balanza siempre: pies en la tierra y la mente que vuele de vez en cuando.

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  4. Y ahora ya está tu sueño libre...
    Voy a hacer un comentario de alto nivel:Ooooohhhhh!!!!qué bonitooooooo!!!!!Cuánto me gusta que la magia forme parte de la vida y,sobre todo,la gente que la reconoce.

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    1. Muchas gracias, Cris!
      Si, estemos ojo avizor con la magia, lo desconocido, lo no previsto. Como bien dices, está ahí.
      No hay nivel en los comentarios: me gustan "per se".
      Un besazo grande!

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