domingo, 22 de marzo de 2015

Justificar o no justificar (los textos): Un dislate compartido

A la Duquesa de Corral de Calatrava, Marquesa de Argamasilla de Calatrava, Condesa de Moral de Calatrava, Vizcondesa de Aldea de Rey, Señora de las villas de Miguelturra, Granátula y la muy noble villa de Almagro,

En fe del buen acogimiento y honra que haze Vuestra Excelencia a toda suerte de propuestas, como lacayo tan inclinado a fauorecer las buenas artes, en especial las que por su nobleza se abaten al seruicio y grangerias del vulgo, he exposar cuales son mis certidumbres acerca de lo concernido.

Véase la belleza de lo injustificable:

Amada doncella, toméme el tiempo de ir a la raíz, cuelo que los romanos de antaño osaron decir y con ello dar sentido. Iustificare nombraron al hecho de “fazer justycia”, fazer que ambosdos platos de la balanza pesaran una arroba, cuatro quintales, tres fanegas, un celemín o medio almud. Injustycia
era la desproporción de los platos, la inclinación de los fierros en demasía allá de las algarrobas, aceitunas o la farina. ¡Yustitia! Qué tan bello principio para honrar la rectitud, la palabra ditcha, el buen obrar del noble. Verá usted mi honrada señora –y pardiez no me condene por mi observar- en la iustificatione de la escritura una análoga proeza cuál lo es poner panes y pesos que se miren a los ojos. Más, usted tal vez se haga a valorear lo justo de mi observar allende del esteril y mal cultiuado ingenio mio al no tratarle a vos con más honra y humildad que mi gallardía no permíteme rebajar. Fíjase usted, oh señora, cuan no quiero contrauenir al orden de la naturaleza, errante, díscolo e insometible, salvaje y bello, árboleado y descontrolado y, aún así, reconocible, amado, compartillado y diverso. ¿Véis vos como veo yo la irregularidad en la vid? ¿Veis vos como veo yo la lluvia allende del canal de la Manxa y el calío del sol sobre los desyertos africanos? ¿Véis vos belleza como la veo yo en lo vivo y en lo traspasado, en lo azul y lo
naranja, en lo dulce y en lo salado? Decidme, oh señora, ¿veis lo mismo en la noche que veis en el día, faceis de vuestros sueños seña o admitís por doquier la alegría y la turbación del alma? Veo en su mano la tinta y veo en sus dedos la pluma y no imagino la jaula, los grilletes, la armadura que a vos pudiéranla forzar la justificar su creatividad, su trazo largo volverse enjuto. Dejeme vuesa merced de danzar en el lugar apacible de sus palabras espontaneas como danzo con la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu. Son las palavras en libre albedrío grande parte para que las musas mas esteriles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de marauilla y de contento. Cómo a vos, hija del verbo, visitada por las musas en las cuatro lunas, cómo vos pudiérais convertir vuesos decires bellos  en hermanas de clausura, clarisas, dominicas, todas ellas justificadas en sus conventos. Decid, ¿son vuesas hijas las palavras hermanitas de la penitencia? Es de poder que vos fazais con las palabras aquelo que fazia el buen y gallardo caballero: “Acontece tener vn padre vn hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone vna venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por agudezas y donayres.” ¿Faceis tal vez tal uso de vuesas palavras? ¿No halláis en ellas un danzar errante, solitario ed armónico? Ved, ved e aquí el potentado de las hermanas palavras en libertad…

                                    Alborque                                         Abrego

                                                      FRUCHE                                      parva
                                                yantar,
                                                                                     tronería

marzadga

¿Ve usted un danzar bello en la iniustificatione? Ve usted libertad en la belleza? ¿Veis vos mi amada señora la alegría del agua en la fuente?

Descárgome de su reprobación que estando dicho lo dicho mi admiración y honra por vuesa merced es alta y estando hecho desde ahi, y no de otra manera, pueda vos leer el pliego, y sucessiuamente ponga esta nuestra cedula, y la aprouacion, tassa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y prematicas destos nuestros Reynos.

  
      Fecha en San Sadurny del Anoya, a dyez y ochos dias del mes de marzo de dos myl y quince años                                      


Romás de Quintanilla, Conde de Las Tierras Sedimentadas

~~~~~~~~~~~

En la Villa Real, a 19 de Marzo del año en curso

Respetadísimo Conde de las Tierras de los Sedimentos,

Al hilo de la acalorada discusión mantenida en días pasados acerca de justificar o no los textos, permítame aclararle algunos puntos, pues me cabe la sospecha de que mi postura no quedó completamente entendida.
Si bien estos habituales despachos parécenme altamente constructivos, no puedo por más que estar en desacuerdo con una de sus últimas insinuaciones.
Departíamos sobre el formalismo en la escritura, tema candente en estos tiempos en los que adolecer de gusto por la palabra escrita está tornando a moda. Tampoco, dicho sea de paso, es de ayuda para la recuperación de su dignidad el que los actuales soportes, más inmediatos, consientan la sustitución de nuestro rico patrimonio por esa sucesión de personajes de cara amarilla y grotescos gestos.
Es esta la razón por la cual mi postura en nuestro debate se inclinaba hacia la justificación de los textos, hacia la homogeneidad de la línea… La armonía de los párrafos entendida como una suerte de rebelión pacífica hacia la promoción de la estética frente a la dejadez: la belleza enarbolando la bandera de la simetría de los párrafos en contraposición con el deliberado menosprecio no sólo del acto de la escritura sino de cualquier otro hecho cotidiano.
Y es que no me cabe la menor duda de que este tipo de detalles como lo es la justificación, trascienden la palabra escrita y entrenan con su uso al practicante en el ejercicio de la armonía en cualquier acto. Si me apura, se trataría de un levantamiento  por la recuperación del instante presente: la meticulosidad entendida como antídoto al desasosiego y las mentes dispersas.
No se trata pues, como usted insinuaba, de actitudes conservadoras con las cuales, dicho sea de paso, no me identifico. No es menester, por tanto, confundir mi tesis con encorsetamientos ni acotaciones pues como habitante de una tierra tan vasta y lisa que permite a la vista ser testigo de la unión de la tierra y el cielo, mi alma se alinea con la práctica de una vida ilimitada. No se confundan los términos, mi querido Conde: tratábase únicamente de textos.
Sin más, no sea esta discrepancia óbice para emplazarle a futuros debates de éste y otros asuntos con la presencia de un té de jengibre como testigo. Queda usted invitado.
Afectuosamente,

La Duquesa de las Llanuras Coloreadas (valgan la  confianza y el resumen)

Agradecimientos al coprotagonista de este desvarío. Síganse sus correrías aquí mismo.
Ilustración de magiamania.com

martes, 10 de marzo de 2015

El cuento que quise contarle al Cuentacuentos. Parte II

La primera parte de esta historia está aquí. En ella hay un cuentacuentos, un sueño encerrado, risas, estallidos, gente grande que se deja llevar por la magia y finalmente, un niño que juega con un pequeño globo naranja.

De camino a casa y aunque aún estaba lejos de escribir textos con principio y fin y mucho más aún de publicarlos, comenzó a tejerse la idea de contar un cuento con lo que acababa de ocurrirme en el Pachamama. El final con aquel niño custodiando mi sueño me seducía lo suficiente como para animarme a escribirlo y después enviárselo a Aldo como regalo de despedida. A cada paso que daba iba cavilando las dificultades que podrían presentarse al elaborar mi relato: si escribo un cuento tendrá que llevar moraleja, ¿no? ¿Qué es exactamente un cuento? ¿Lo escribo con lenguaje dirigido a niños? En esas estaba, con la historia fraguándose y yo a dos calles de mi casa cuando en la acera por la que caminaba me encontré otro globo naranja. Pero, ¿será posible? ¿Y esto ahora qué significa? Me pregunté. Cualquier adulto habría pensado que sería casualidad, que habría una fiesta de estudiantes por ahí cerca o si no, trataría de encontrar alguna otra explicación razonada y lógica ante la presencia de ese nuevo globo. Pero yo venía de ver a Aldo y de convertirme en niña por un rato así que opté por la magia y decidí que ahora que mi sueño ya estaba fuera de mí, ésa podría ser la nueva manera de comunicarnos. Mi sueño y yo nos haríamos un guiño cómplice cada vez que un globo naranja me asaltara de forma inesperada. Lógico.
Lo que ahora no sabía era qué hacer con el cuento. Desde luego este otro globo naranja le daba un nuevo giro a la historia. Quizá podría contarla sólo hasta la aparición del niño, qué se yo. Llegué a casa, encendí el ordenador y escribí un borrador para no olvidarme de los detalles de aquella noche. Durante varios días le di muchas vueltas pero el resultado no me gustaba así que la idea de regalarle un cuento al Cuentacuentos fue quedando relegada a un segundo plano. 
Aunque el cuento quedó aparcado, en el tiempo que ha pasado desde entonces volví a ver a mi sueño. Fue sólo una vez en los alrededores del colegio en el que yo estudiaba. Caminaba deprisa por la cuesta por la que tantas veces corrí de pequeña pues no quería llegar tarde a la clase de yoga que me tocaba impartir aquel día. Al final de la calle un globo naranja cruzó de derecha a izquierda, provocándome una risa que sólo yo entendía, sacándole el polvo a la idea de escribir esta historia. Recordándome que mi sueño aún no se había liberado. Me apresuré para intentar atraparlo pero cuando doblé la esquina el globo había desaparecido. No me importó: el mensaje me había quedado claro.
Aldo volvió los dos inviernos que siguieron confirmando que aquella noche de cuentos y globos no fue definitiva en realidad, sólo que desde entonces reparte su vida y sus historias entre dos continentes. Hace unas semanas hubo una nueva sesión de despedida en el Pachamama a la que, por supuesto, asistí. Como siempre, nos emocionamos, reímos, disfrutamos y probamos de nuevo su puchero. Al finalizar nos deseamos suerte y nos dijimos hasta pronto.
Unos días después volvía del trabajo con la bici. Señalicé mi giro a la derecha para apartarme hacia mi casa y allí en la puerta del bloque al lado de un enorme macetero, un globo naranja reposaba tranquilamente en el suelo. Lo miré cómplice sin que se me notara mucho y él me susurró que seguía encerrado. No pasa nada, pensé con paciencia y, mientras que la adulta que soy disimulaba de nuevo una sonrisa, me dispuse a ejecutar la serie de movimientos mecanizados que me permite entrar cada día en casa sujetando bici, bolso y llaves. Abrí la puerta y la sujeté con la cadera, empujé la bici adentro, metí la pierna izquierda, luego la derecha, me volví para cerrar y… ¡PUM! Me sobresalté pues no estaba previsto entre mis automatismos aquel estallido que venía de la calle. El corazón empezó a latirme fuerte. No me hacía falta salir de nuevo para comprobar que ahí al lado del macetero grande habría una goma de color naranja que hasta hace un momento había sido un globo.
Cualquier adulto podría haber pensado que, qué tontería, seguramente algún niño lo pinchó o quizá ese globo estaba ya muy recalentado por el sol; es completamente absurdo que pudiera significar otra cosa… Pero ahí al otro lado del espejo del rellano había una mujer sujetando una bici y por el brillo de sus ojos supe que para explicarse esa explosión, ella había elegido la magia.


Colorín, colorado…



El dibujito estaba aquí: http://www.forovegetariano.org/

lunes, 9 de marzo de 2015

El cuento que quise contarle al Cuentacuentos. Parte I

Desde hace dos inviernos Aldo, Cuentacuentos cubano adoptado en Ciudad Real, reparte su tiempo entre España y Sudamérica. Con mucha gracia nos dice que la culpa de que se vaya la tenemos nosotros, que permitimos que Cospedal saliera presidenta. Y es que Aldo es “Marxista Pop”.
Hace poco, en su nueva despedida, recordó la primera vez que decidió volver a su tierra por tan largo tiempo. A mi no me lo tiene que recordar pues tengo bien presente lo que ocurrió aquella noche. Desde entonces le tengo prometido un relato que se ha ido cociendo a fuego lento. Tan lento como los deliciosos pucheros que nos prepara para cenar después de sus actuaciones.
Aldo, hoy por fín emplato mi cuento. Al final verás por qué.

^^^^^^^^

La primera vez que Aldo volvió a Sudamérica yo pensé que sería definitivo por eso convencí a unos amigos para que no se perdieran sus últimos cuentos en Ciudad Real.
Recuerdo que el Pachamama estaba especialmente lleno y él especialmente emocionado, con ganas de estar con todos y todos con ganas de abrazarle y desearle buena suerte.
Como siempre en sus sesiones nos trajo la magia de sus relatos y esos monólogos entre cuento y cuento que, con su gracia cubana, consiguen que muchos acabemos llorando de la risa: que si mira este cuerpo cuando habla de sí mismo, que si se liga más o menos en España o en Sudamérica, que si la peineta de Cospedal…
Me gusta cómo consigue que contengamos el aliento cuando se acerca el desenlace de sus historias: en ese momento Aldo se sienta en el taburete que le acompaña en el escenario, baja un poco el volumen de su voz, abre mucho los ojos y con la frase final… se palmea resolutivo las piernas para que los que estamos absortos viajando por los paisajes que dibuja sepamos cuándo tenemos que aplaudir.
Aunque lo sigo desde que estaba en la universidad siempre encuentro alguna sorpresa en sus actuaciones. A veces se pone a cantar o alguien canta con él; otras, nos reta a que escribamos palabras al azar en papelitos que después le sirven para hilvanar un cuento improvisado… Aquella noche que creí que sería la última, nos sorprendió con un juego.
En el descanso, mientras estirábamos las piernas o nos acercábamos a la barra a pedir algo él se fue colando entre los grupos repartiendo globos. - ¿Para qué son, Aldo?–, -Luego os lo digo-. Nos encogimos de hombros aceptando la incógnita y mantuvimos nuestros globos entre los dedos compartiendo espacio con la cerveza. A mi me tocó uno naranja, mi color favorito de niña.
A la vuelta del descanso, más cuentos, más risas, más complicidades con sus amigos del público y al final: -¿Tenéis todos un globooo?- gritó, y todos nos apresuramos a rebuscar entre los bolsillos o en nuestros asientos mientras respondíamos –Siiiiii-. – Bueno, seguía gritando, pues vais a soplar muy fuerte para inflarlos con vuestros sueños-.
Esos adultos que llenábamos la sala sonreímos con la ocurrencia. De sobra sabemos que los globos se inflan con aire pero aquella noche nos volvimos niños por un tiempo y dejamos que la magia no fuera sólo cosa de los cuentos así que, obedientes, hicimos caso a las indicaciones.
Yo me llevé la boquilla de mi globo naranja a los labios y estiré del otro extremo para que así fuera más fácil que mi sueño entrara. No se lo he dicho a nadie pero tengo un sueño desde hace mucho tiempo por eso confieso que me puse un poco nerviosa; menos mal que la sala estaba algo oscura y que todo el mundo andaba ocupado con su propio sueño, así podía ocultar más fácilmente el rubor que ya estaba notando en las mejillas. Por fin vería mi sueño materializado y podría olerlo y tocarlo aunque fuera bajo esa insólita apariencia ovalada y naranja.
Decidida, tomé aliento profundamente, cerré los ojos y soplé fuerte, muy fuerte. Cuando ya no pude soplar más y los abrí no me podía creer que mi sueño, que es tan insistente, que siempre le gusta ser el centro de atención, que me asalta mientras cocino, justo antes de que me venza el sueño, en el trabajo en medio de alguna que otra reunión… fuera aquel pequeño globito que se acomodaba perfectamente en el hueco de mis manos. No sabía yo que en realidad fuese tan tímido y frágil.
La siguiente consigna de Aldo me sacó de mis pensamientos: - Ahora, si ya tenéis los globos inflados, ¡echad vuestros sueños a volar!- Y de nuevo esos hombres y mujeres, ya definitivamente rendidos a la magia, decidieron palmear sueños en vez de globos. Yo lancé lejos el mío y en seguida lo vi perderse en medio de una nube de colores que todos alentábamos haciendo rebotar una y otra vez los sueños propios y ajenos.
Al cabo de un rato de nuevo Aldo nos devolvió al presente, - Ahora vais a coger un globo cuando yo cuente hasta tres. El que agarréis, tenéis que explotarlo para que todos los sueños se liberen y se hagan realidad: uno, dos… y ¡TRES!- En seguida me apoderé de un globo rosa que estaba sobrevolando mi cabeza, lo coloqué en el asiento y me dispuse a explotarlo con el peso de… todo mi cuerpo. No fue fácil: mientras una traca in crescente se apoderaba del Pachamama, yo saltaba una y otra vez sobre aquel sueño que se resistía a salir. Con cada intento fallido me sentía más responsable pues era consciente que si no lo explotaba alguien se quedaría con su sueño sin liberar, así que en mi último salto me levanté del todo y me dejé caer muy fuerte. Que se lo digan si no a mis posaderas. Pero eso sí, el globo rosa había estallado.
Cuando el estruendo terminó, entre aplausos y risas, yo me acordé de mi pequeño y frágil sueño de color naranja. Estaba contenta. Seguramente él también sería libre por fín.
Llegó la hora de irse y justo cuando besaba a Aldo la que yo creía que sería la última vez, algo me rozó la pierna. Bajé la mirada y allí había un niño. Era el único niño de verdad de toda la sala. Andaba correteando entre las piernas de los mayores sin hacer mucho caso a las advertencias de sus padres para que parara. Él estaba entretenido jugando con un pequeño globo naranja. Pequeño y frágil como un sueño tímido.
Terminé de despedirme del Cuentacuentos y de desearle lo mejor en su nueva vida, dije adiós a mis amigos y me fui sonriendo a casa. Mi sueño no se había liberado, no había sido capaz de vencer su timidez pero yo estaba tranquila porque aquel niño inocente me lo guardaría.


Continuará...

Imagen tomada de esta página: www.balaocultura.com.br