lunes, 17 de marzo de 2014

Las dos rarezas de Diosinda

Lo tengo ahí encajado, haciéndose bola. Haciéndose grande. Y es que sé que no tiene sentido ahora escribir otra cosa que no sea algo para tí.
No podría escribir nada cómico, ni nada ocurrente. Pero tampoco me sale impostar la voz silenciosa que me dicta por dentro o que me lee los libros que me llevo a los ojos: esa que se pone poética y que le da ritmo y musicalidad sensible a recuerdos y pensamientos.
¿Te escribo entonces en segunda persona, como dirigiéndome a ti, o en tercera, como explicándole al foro todo lo que has sido para mí?.
No sé, abuela, de momento mira: me va saliendo como si hablara contigo, que aun estás muy cerca en el tiempo. Como una carta póstuma que no leerás y que tampoco habrías leído si la hubiera escrito hace una semana, o dos, cuando se me empezó a ocurrir hacerlo.
¿Sabes cómo se iba a llamar mi escrito, abuela?, “Las dos rarezas de Diosinda”. Es que muchas veces me vienen a la cabeza títulos que luego no sé desarrollar. 
Este de las dos rarezas se habría quedado así, sólo con dos, y después me habría dedicado a enumerar algunos de los muchos recuerdos que se me agolpan en estos días de llanto y pena.
Tus dos rarezas, habría empezado, la primera y obvia, tu nombre. Ese que heredaste de una de aquellas dos portuguesas a las que les dio por pasarse un tiempo por el pueblo, y del que tu madre se encaprichó cuando estaba embarazada de ti.
¿Sabes abuela?, después de ver una vez en la televisión que llamaba una concursante portuguesa a un programa diciendo que se llamaba Dosinda, siempre sospeché que la bisabuela no se había enterado muy bien del nombre de la forastera y terminó poniéndote uno ficticio. Ficticio pero de Diosa. Quizá a la bisabuela ya le llegaba desde sus entrañas que ibas a ser centro, tótem, piedra angular para todos los que después salimos de ti.
A continuación mi escrito seguiría algo así como: La segunda rareza era su fecha de nacimiento. “Hasta el día en que yo nací fue feo, hija mía”, me dijiste una vez. Qué cosas, abuela….nacer un veintinueve de Febrero. Para esa fecha, siempre la típica broma: “este año no los cumples”. O, “ya eres más joven que tus nietos”… y así todos los años. Y más desde que se dio la coincidencia del número redondo de tus ochenta con que ese año sí los cumplías. Desde entonces, guardamos testimonio de casi todas las catorce reuniones familiares que vinieron, en las que siempre se repite la foto de una abuela llorosa, rodeada de todos o casi todos sus hijos, detrás de una tarta cambiante en sabor, color y número de velas.
Este año no hubo tarta. Ya no habrías podido soplar y en nuestros silencios y risas forzadas sabíamos, seguramente también tú, que nos estábamos despidiendo. Pero de ese día me quedo con tu sonrisa y tus ojos contentos por vernos y con quizá tu resignación para ir asintiendo despacio a las insistentes preguntas de los que en los últimos tiempos habíamos empezado a tratarte como a una niña: “Abuela, ¿me conoces?”, “¿Reconoces a Fulano?”, “¿Te acuerdas de Mengano?”. Y tú seguías asintiendo silenciosa pero alegre.
Qué paciencia con nosotros, abuela. Te imagino finalmente rindiéndote resignada a ser tratada como ese bebé a la inversa que en tus últimos meses has sido. Sobrellevando como has podido el dejar de hacer cada día una cosa. Y nosotros, tratándote de convencer de que no pasaba nada. Y tu llorando callada cuando la rendición aún no había llegado y pensabas que nadie te veía.
Ay abuela, tantos recuerdos y ahora sólo se me agolpan los últimos.
Pensaba estos días que cada momento es un siempre y que de aquí a nada quizá nos parezca que la vida siempre fue sin ti. Igual que cuando estabas parecía que la vida iba a ser siempre así: una vida entera contigo.
En este siempre de ahora, en tu velatorio mismo, me daba cuenta que todos tenemos un fragmento de tu vida impreso en las nuestras. Cuánto tiempo vivido contigo y que pequeña es mi parte… Y mientras llorábamos minutos antes de que te cerraran para siempre, me preguntaba si con los recuerdos de todos los que en ese momento te llorábamos seríamos capaces de reconstruirte completa.
La respuesta es obvia y es no: se fue contigo tu vida entera y tus silencios. Nos dejas a cada uno una parte generosa y exclusiva de ti.
Muchos años, abuela. Muchos. Y en estas últimas semanas, al preguntar por ti, la gente cabeceaba, asintiendo, “Claro, es que son muchos años”, como si los que habláramos ya hubiésemos pasado cien veces por ese trance. Como si todos menos tú supiésemos de lo que va la vida.
Pero tantos años no restan tristeza. Y yo no llevo implantado ningún regulador de pena que hiciera que esto fuera menos triste cuanto mayor fueras.
Poquito a poco tus buenos recuerdos, tus ocurrencias, tu pisto, tus comentarios a veces tan mordaces en el corrillo de la calle, tu ganchillo, tu “fuitis”, “vites”, “vinites”: esa forma tan tuya de conjugar las segundas personas verbales…se irán intercalando en este sentimiento tan marrón y podremos finalmente reírnos sin llorar a la vez.
Pero todavía queda un poco, abuela.


Gracias por todo lo que has hecho por nosotros.

11 comentarios:

  1. No sé si este texto me habría emocionado tanto si fuese de otro escritor que no fueses tú... Pero es tuyo; tan tuyo que me ha hecho soltar una lagrimita. Tan puro como el abrazo que te daría al haberlo leído. Gracias Diosinda por tu semilla tan valiosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Ana. Por tu compañía y tu cariño. Y ahora por estas palabras que me emocionan.

      Eliminar
  2. Llamar "preciosa" a una pena tan limpia es un poco insultante, y sin embargo...¿Qué otra cosa puedo decir, cuando el sentimiento es grande y esquivo como un balón gigante, y las palabras, una mano muy pequeñita que no nos llega para botarlo?

    "...de aquí a nada quizá nos parezca que la vida siempre fue sin ti". Qué lucidez.Y cuántos cuentos y paisajes contenidos en la historia de un nombre. Seguro que dentro de poco será un consuelo.

    Un beso hoy todavía más grande que nunca

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Silvia, muchas gracias. Qué razón tienes con lo de las palabras y qué buenísima la metáfora, pues así es, y sobre todo cuando los sentimientos son tan intensos y recientes.
      Un besazo muy grande para tí.

      Eliminar
  3. Respuestas
    1. Muchas gracias Juanfran. También por vuestra compañía. Fue un consuelo.

      Eliminar
  4. GRACIAS, DIOSINDA PORQUE LAURA PARTE DE TI.MARAVILLOSA LAURA,HOY TE QUIERO MAS AUN...SBD

    ResponderEliminar
  5. Precioso Laura, preciosa manera de homenajear a tu abuela. La he podido conocer un poquito más entender por qué las mujeres de tu familia sois tan especiales, todas guerreras cada una a su manera ;)
    Besitos
    Alma

    ResponderEliminar
  6. Cómo me ha emocionado leer tu escrito y cómo me ha emocionado todavía más acordarme de algún cumpleaños compartido con ella..... ¡¡¡qué gran regalo fue encontrarme con Pepe y con toda tu familia y cómo no de conocer a Diosinda "abuela"!!!
    Gracias por ser parte de mi vida y de mi familia "espiritual".
    Un abrazo.
    Goyi

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué sorpresa ver tu comentario!
      Muchas gracias Goyi! Sabes que ella te quería mucho. Siempre, siempre, siempre que iba a verla me preguntaba por ti.
      Eres una más de la familia, sin duda.
      Gracias por estar siempre.
      Abrazo muy grande!

      Eliminar

Comenta algo si te apetece: