Lo tengo ahí encajado, haciéndose bola. Haciéndose
grande. Y es que sé que no tiene sentido ahora escribir otra cosa que no sea
algo para tí.
No podría escribir nada cómico, ni nada ocurrente. Pero
tampoco me sale impostar la voz silenciosa que me dicta por dentro o que me lee
los libros que me llevo a los ojos: esa que se pone poética y que le da ritmo y
musicalidad sensible a recuerdos y pensamientos.
¿Te escribo entonces en segunda persona, como
dirigiéndome a ti, o en tercera, como explicándole al foro todo lo que has sido
para mí?.
No sé, abuela, de momento mira: me va saliendo como
si hablara contigo, que aun estás muy cerca en el tiempo. Como una carta
póstuma que no leerás y que tampoco habrías leído si la hubiera escrito hace
una semana, o dos, cuando se me empezó a ocurrir hacerlo.
¿Sabes cómo se iba a llamar mi escrito, abuela?, “Las
dos rarezas de Diosinda”. Es que muchas veces me vienen a la cabeza títulos que
luego no sé desarrollar.
Este de las dos rarezas se habría quedado así, sólo
con dos, y después me habría dedicado a enumerar algunos de los muchos
recuerdos que se me agolpan en estos días de llanto y pena.
Tus dos
rarezas, habría empezado, la primera y obvia, tu nombre. Ese que
heredaste de una de aquellas dos portuguesas a las que les dio por pasarse un
tiempo por el pueblo, y del que tu madre se encaprichó cuando estaba embarazada
de ti.
¿Sabes abuela?, después de ver una vez en la
televisión que llamaba una concursante portuguesa a un programa diciendo que se
llamaba Dosinda, siempre sospeché que la bisabuela no se había enterado muy
bien del nombre de la forastera y terminó poniéndote uno ficticio. Ficticio
pero de Diosa. Quizá a la bisabuela ya le llegaba desde sus entrañas que ibas a
ser centro, tótem, piedra angular para todos los que después salimos de ti.
A continuación mi escrito seguiría algo así como: La segunda rareza era su fecha de
nacimiento. “Hasta el día en que yo nací fue feo, hija mía”, me dijiste una vez.
Qué cosas, abuela….nacer un veintinueve de Febrero. Para esa fecha, siempre la
típica broma: “este año no los cumples”. O, “ya eres más joven que tus nietos”…
y así todos los años. Y más desde que se dio la coincidencia del número redondo
de tus ochenta con que ese año sí los cumplías. Desde entonces, guardamos
testimonio de casi todas las catorce reuniones familiares que vinieron, en las
que siempre se repite la foto de una abuela llorosa, rodeada de todos o casi
todos sus hijos, detrás de una tarta cambiante en sabor, color y número de
velas.
Este año no hubo tarta. Ya no habrías podido soplar y
en nuestros silencios y risas forzadas sabíamos, seguramente también tú, que
nos estábamos despidiendo. Pero de ese día me quedo con tu sonrisa y tus ojos
contentos por vernos y con quizá tu resignación para ir asintiendo despacio a las
insistentes preguntas de los que en los últimos tiempos habíamos empezado a
tratarte como a una niña: “Abuela, ¿me conoces?”, “¿Reconoces a Fulano?”, “¿Te
acuerdas de Mengano?”. Y tú seguías asintiendo silenciosa pero alegre.
Qué paciencia con nosotros, abuela. Te imagino
finalmente rindiéndote resignada a ser tratada como ese bebé a la inversa que
en tus últimos meses has sido. Sobrellevando como has podido el dejar de hacer
cada día una cosa. Y nosotros, tratándote de convencer de que no pasaba nada. Y
tu llorando callada cuando la rendición aún no había llegado y pensabas que
nadie te veía.
Ay abuela, tantos recuerdos y ahora sólo se me
agolpan los últimos.
Pensaba estos días que cada momento es un siempre y
que de aquí a nada quizá nos parezca que la vida siempre fue sin ti. Igual que
cuando estabas parecía que la vida iba a ser siempre así: una vida entera
contigo.
En este siempre de ahora, en tu velatorio mismo, me
daba cuenta que todos tenemos un fragmento de tu vida impreso en las nuestras.
Cuánto tiempo vivido contigo y que pequeña es mi parte… Y mientras llorábamos
minutos antes de que te cerraran para siempre, me preguntaba si con los
recuerdos de todos los que en ese momento te llorábamos seríamos capaces de
reconstruirte completa.
La respuesta es obvia y es no: se fue contigo tu vida
entera y tus silencios. Nos dejas a cada uno una parte generosa y exclusiva de
ti.
Muchos años, abuela. Muchos. Y en estas últimas
semanas, al preguntar por ti, la gente cabeceaba, asintiendo, “Claro, es que
son muchos años”, como si los que habláramos ya hubiésemos pasado cien veces
por ese trance. Como si todos menos tú supiésemos de lo que va la vida.
Pero tantos años no restan tristeza. Y yo no llevo
implantado ningún regulador de pena que hiciera que esto fuera menos triste
cuanto mayor fueras.
Poquito a poco tus buenos recuerdos, tus ocurrencias,
tu pisto, tus comentarios a veces tan mordaces en el corrillo de la calle, tu
ganchillo, tu “fuitis”, “vites”, “vinites”: esa forma tan tuya de conjugar las
segundas personas verbales…se irán intercalando en este sentimiento tan marrón
y podremos finalmente reírnos sin llorar a la vez.
Pero todavía queda un poco, abuela.
Gracias por todo lo que has hecho por nosotros.
No sé si este texto me habría emocionado tanto si fuese de otro escritor que no fueses tú... Pero es tuyo; tan tuyo que me ha hecho soltar una lagrimita. Tan puro como el abrazo que te daría al haberlo leído. Gracias Diosinda por tu semilla tan valiosa.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Por tu compañía y tu cariño. Y ahora por estas palabras que me emocionan.
EliminarLlamar "preciosa" a una pena tan limpia es un poco insultante, y sin embargo...¿Qué otra cosa puedo decir, cuando el sentimiento es grande y esquivo como un balón gigante, y las palabras, una mano muy pequeñita que no nos llega para botarlo?
ResponderEliminar"...de aquí a nada quizá nos parezca que la vida siempre fue sin ti". Qué lucidez.Y cuántos cuentos y paisajes contenidos en la historia de un nombre. Seguro que dentro de poco será un consuelo.
Un beso hoy todavía más grande que nunca
Silvia, muchas gracias. Qué razón tienes con lo de las palabras y qué buenísima la metáfora, pues así es, y sobre todo cuando los sentimientos son tan intensos y recientes.
EliminarUn besazo muy grande para tí.
Un beso, muy bonico...
ResponderEliminarMuchas gracias Juanfran. También por vuestra compañía. Fue un consuelo.
EliminarGRACIAS, DIOSINDA PORQUE LAURA PARTE DE TI.MARAVILLOSA LAURA,HOY TE QUIERO MAS AUN...SBD
ResponderEliminarMuchísimas gracias, mi queridísima SBD.
EliminarPrecioso Laura, preciosa manera de homenajear a tu abuela. La he podido conocer un poquito más entender por qué las mujeres de tu familia sois tan especiales, todas guerreras cada una a su manera ;)
ResponderEliminarBesitos
Alma
Cómo me ha emocionado leer tu escrito y cómo me ha emocionado todavía más acordarme de algún cumpleaños compartido con ella..... ¡¡¡qué gran regalo fue encontrarme con Pepe y con toda tu familia y cómo no de conocer a Diosinda "abuela"!!!
ResponderEliminarGracias por ser parte de mi vida y de mi familia "espiritual".
Un abrazo.
Goyi
Qué sorpresa ver tu comentario!
EliminarMuchas gracias Goyi! Sabes que ella te quería mucho. Siempre, siempre, siempre que iba a verla me preguntaba por ti.
Eres una más de la familia, sin duda.
Gracias por estar siempre.
Abrazo muy grande!