lunes, 24 de febrero de 2014

Diógenes

Señor agente, no sé cómo pudo pasar esto, lo prometo. Ni cuándo. Creo que más o menos coincidió con el momento en que empezó aquel pequeño dolor en el pecho. Digo mal, no era un dolor sino más bien la ausencia de dolor. Un sumidero patológico. Un vacío.

Me gusta leer, a la vista está, pero reconozco que no me daba mucho tiempo: demasiado trabajo, demasiados asuntos de los que ocuparme, ya sabe: hay que sacar al perro a sus horas, prepararle su comida, ver qué hago con el dichoso cajón de la cómoda que no cierra bien… Pero me gusta leer, que conste: me anoto todas las referencias de los suplementos de literatura, no me pierdo ninguna charla sobre libros y por supuesto, me encanta pasear por la biblioteca. También puedo pasarme una tarde entera merodeando entre las estanterías de las librerías de viejo; ¿qué me dice del olor de los libros usados?. A veces uno es capaz de saber quien ha sido el último usuario sólo con acercar la nariz al lomo.

Bueno, que me pierdo: realmente sólo me daba tiempo a leer antes de dormir, por eso era fácil que acumulara más de diez libros en la mesilla de noche, pero claro, tampoco leía mucho porque caía rendido después de un día de tanto trabajo. Ya sabe: arreglar las macetas, dar de comer a los pájaros, ¿quién les iba a dar si no?, ya se habían acostumbrado a que fuera yo el que les ponía las migas de pan en la esquina de la calle.

Pues eso, y poco más. Ah si, que de vez en cuando, si la pila de libros llevaba demasiado tiempo en la mesilla, el vacío de mi pecho volvía a la carga. No me pregunte por qué pero me hacía buscar y buscar…y lo más gracioso es que no sabía qué tenía que buscar. Lo único que sí sabía era que cuando me perdía en las librerías, sentía menos ese hueco y me olvidaba un poco… ¿le gusta cómo huelen los libros nuevos?. A mi me encanta. Huelen a  promesa, me digo a veces.

Y hasta hoy. Pero claro, mire usted, no me ha dado tiempo a leerlos. Yo quería llevarlos poco a poco a una biblioteca social al lado de mi casa pero no los voy a dejar ahí sin leer: ¿y si me estoy perdiendo una historia realmente imprescindible?. Pero claro, no me da tiempo. Tengo demasiadas cosas que hacer, ya sabe.

4 comentarios:

  1. Hola Laura.
    Me enteré anteanoche que había nacido tu criatura y me fui rápido a conocerla. Hacía ya una semana que estaba en este mundo.
    Enhorabuena y ánimo para criarla.

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias, Lectoraadicta!. Qué alegría verte por aquí!.
    Ya ves, yo quería estar de prácticas un tiempo y ver de qué iba todo esto, pero Silvia se dio cuenta y me descubrió prematuramente!.
    Un beso enorme!. Por aquí estaré de vez en cuando practicando esta terapia. En cualquier caso seguiremos de vecinas, a veces a arriba, a veces de abajo, por ahí en nuestros queridos coches.

    ResponderEliminar
  3. Aquí una carita sonrojosa del guasap. ¡Te he reventado el periodo de prácticas por bocazas! Dita sea. Pero ah, ah, para practicar, el omonimato!

    Cuántas veces he sentido esa atracción ardiente hacia la librería, sabiendo que en alguna de esas infinitas páginas que se ríen de mi mortalidad tenía que encontrarse la respuesta a una pregunta desconocida.

    Mil besos (para vivir no hay más práctica que ir viviendo)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una droga como otra cualquiera...¿tú también apilas sin leer?
      Besillos for you!

      PD.: ¡Si es que yo pensaba que esto era más discreto que el feisbul!

      Eliminar

Comenta algo si te apetece: