viernes, 28 de febrero de 2014

Pedro y Mefisto

- Mamá, ¿cómo conociste a papa? -. La pregunta me pilló desprevenida, más que nada porque no me había dado cuenta de que los niños estaban detrás de mí, quizá ya un poco hartos de tanta lluvia y peleas.
Con esos automatismos que tiene la mente, me vino a la cabeza una serie que se emitía más o menos por la época en que preguntaban, en la que el protagonista les explicaba a sus hijos invisibles cómo conoció a su madre. Y quizá en homenaje a esa serie que tanta coba le dio al encuentro, quizá porque yo también estaba aburrida de las pocas actividades que la lluvia permitía, ignoré la respuesta corta y, ¿por qué no?. - ¿Queréis un chocolate y os lo cuento?-,
- ¡¡Síííí!!-. Ante tal entusiasmo, fui trayendo al primer plano de mi mente aquellos recuerdos oxidados, al mismo ritmo con que añadía cucharadas de chocolate en polvo a la leche hirviendo.
- Bueno, chicos, sentaos que empiezo: ¿Os acordáis de Miguel?-,
- ¿Él os presentó?-, preguntaron ansiosos. - No, espera un momento… Conocí a Miguel hace mucho tiempo, cuando a los dos nos entró la fiebre del crecimiento personal y compartíamos lecturas y conversaciones tan pretenciosas que a veces pensábamos que habíamos resuelto el enigma del engranaje que hace que el mundo funcione -.
(Me había metido ya tanto en la historia que no me daba cuenta de si el lenguaje era demasiado literario para mis hijos).
- …Nos apuntábamos a todos los talleres, asistíamos a todas las charlas y, sin darnos cuenta, empezamos a pensar que caminábamos dos palmos por encima del suelo que pisaba el resto del vecindario.
Uno de aquellos días me dijo Miguel, “Bea, ¿has visto al chico nuevo que ha venido al centro de yoga?, es bastante majo y tiene tu edad, más o menos…”. “Pues no, no sé quien es”, dije mientras intentaba colocar la cara más neutra de las de mi repertorio -.
- ¿Era papá?, ¿era papá?...-, - Espeeera… Al día siguiente, cuando fui al centro de yoga, me encontré con él. Estaba en un segundo plano, apartado del resto y ya preparado para la clase, con ropa demasiado ancha para ese cuerpo tan delgado. Claro que en él, hasta unas mallas resultaban holgadas. Me presenté: “hola soy Bea”, “yo, Pedro”…-,
- ¡Pero mamá!, papá no se llama…-,
- Espeeera, hijo, no te impacientes…; aquel chico miraba de una manera muy especial, como si pudiera adivinar tus pensamientos.
Al terminar la clase, volví a encontrarme con esos ojos, a los que acompañaba una cara amable y absolutamente incompatible con la mentira. “¿Qué te ha parecido la clase?”, me dijo-.
-Jo mamá, vaya rollo. ¿Y cuando sale papá?-.
-Ya pronto…-, (me reía yo de la paciencia de los niños de la serie de televisión). -¿Sabéis que Pedro tenía un perro?-, -¿sííí?-, exclamaron, y es que pensé que como siguiera con interpretaciones personales, me quedaría sin público. -Bueno, mirad, una tarde pasó una cosa un poco extraña. Tras la clase, cuando terminé de cambiarme y salí del vestuario, encontré a una señora hablando con Pedro. Teníais que haber visto la cara de la señora. Me pareció hasta exagerado cómo se dirigía a él, cómo le abrazaba. Y él, tan tímido, recibía aquellas muestras con, lo que yo presuponía, un poco de incomodidad.
Cuando me acerqué a ellos, aquella mujer le preguntó algo así como que cuándo podrían volver a tener otra consulta o que cuándo podrían volver a quedar. “¿Tienes una consulta?”, le pregunté en nuestro ya habitual rato de conversación después de clase. “Bueno, no exactamente”, me respondió con un gesto que trataba de ocultar una sonrisa. No pude seguir preguntándole porque en ese momento apareció casi de la nada un perrazo pastor alemán que, mansamente, se colocó a su lado. “Hola Mefisto, ¡ya estás aquí!”. Yo aún conservaba una parte de recelo hacia los perros, residuo del inmenso pánico que tenía cuando era una niña, por eso me lo pensé un poco cuando aquella tarde Pedro me invitó a dar un paseo con ellos. “¿Con ellos?”, me repetí. “Trata al perro como un colega”. Y “¿Mefisto?, ¿pero qué nombre es ese?”.
Reconozco que la otra razón por la que me pensé lo del paseo es porque me daba un poco de vergüenza ir con ellos por la calle, porque que teníais que haber visto el aspecto de los dos: Mefisto parecía un perro vagabundo. No es que estuviera sucio, pero su pelo seguro que había vivido otros momentos más esplendorosos. Era raro porque tampoco parecía viejo: sus movimientos eran ágiles y tenía una expresión un poco burlona. Y Pedro, bueno… Pedro parecía que se ponía lo primero que encontraba en el armario, estuviera sucio o no, estuviera roto o no.
-Jo, mamá, ¡qué rollazo de historia!. Llevas ya mil horas y papá todavía no ha salido. Nos vamos a la calle, que ha salido el sol. Otro día nos lo terminas de contar…-.
Me vino bien que se fueran. Tenía que haber elegido la respuesta corta a su pregunta, porque lo siguiente sería confesar que me enganché a los paseos con Mefisto y Pedro. Siempre que nos encontrábamos tenía que superar la resistencia primera a que me vieran con ellos porque no era capaz de obviar las miradas de la gente cuando nos cruzaban, pero una vez superado este miedo, cualquier cosa podía suceder. Había ocasiones en las que si me alejaba un poco, podía verlos frente a frente, como si hablaran en un lenguaje que sólo ellos conocían. Incluso una de las veces que esto ocurrió, me pareció oír a Pedro preguntarle a Mefisto, “¿tú crees que eso servirá?”... tras aquella especie de conversación privada, no era raro que Pedro propusiera algún juego como tumbarnos en la hierba y tratar de sentir al mismo tiempo todos los estímulos: el césped fresco bajo el cuerpo solapado con el canto de los pájaros y la brisa de los atardeceres del verano… no sé si llegaba a hacerlo del todo bien, pero cuando terminaba me sentía vacía y capaz de ser receptáculo de todo a lo que antes me había negado. Era sentir algo así como… libertad.
Y es que eso era lo que ellos eran, libres.
Por eso, a medida que nuestros encuentros se sucedían, yo, que no lo era, me los quise apropiar y cambiarlos. Empecé a sentirlos como algo mío y mis reticencias por su aspecto, que no se iban, empezaron a apropiarse de mi lenguaje corporal.
Aunque no llegué a decirles nada yo también empecé a notar que las bromas de Pedro eran cada vez menos frecuentes cuando estaba conmigo y que Mefisto ya no corría contento a recibirme cuando me veía. Por eso mi sorpresa tuvo un atisbo de apariencia la tarde en que Pedro me dijo que pronto se irían de la ciudad.
“Deja que se vayan de tu vida”, me decía una voz mucho más sabia que yo. Y, a fuerza de que pasara el tiempo, el desgarro del orgullo dolía menos. Cuando ya ese desgarro fue prácticamente una caricia, pude comprender que Pedro y Mefisto me acercaron un poco más al descubrimiento de quién era yo y lo lejos que estaba todavía de ser la persona que hasta ese momento creía que era. Bajé a la Tierra, dejé de caminar dos palmos por encima del suelo y empecé a aceptarme, aceptando el lugar imperfecto que ocupaba en el mundo.
Toda esta historia era la que tenía preparada para mi amiga Cristina aquella tarde de café. Pero mira por donde vino acompañada de varios amigos de su trabajo. A uno de ellos, Mario, enseguida lo reconocí como ese tipo de personas que comparten contigo la misma parte imperfecta del mundo.

(Ejercicio del curso Escritura Creativa organizado por Un Cuarto Propio. Escribir una historia combinando dos personajes de los propuestos por los alumnos. Escrito en Marzo de 2013. Editado: hoy).

miércoles, 26 de febrero de 2014

Conversaciones Internas. La Hijoputísima Trinidad

10:45 pm. Cloacas de la mente.
Distrito: Base Socio-cultural.
(Ecos de gotas que caen desde el techo al suelo húmedo…Frío ambiental).


- Oye tú, ¿qué haces ahí?... Si, si: tú. ¡Deja de aporrear las cañerías de líquido cefalorraquídeo!…¿es que no me oyes?. Date la vuelta y no te pongas a remoleaaAAAAAAAHHHH. ¡Joder qué susto!. ¿¿¿Pero quién coño eres???. No te veía bien entre las sombras y…y…¡Eres grandísimo!, (¡y feo!). ¡Qué susto, copón!-.

- Mmmm, esto…, a ver, perdona. Yo no soy “YO”. Yo no soy uno, o sí. Yo soy uno y trino. Yo soy… ¡LA  HIJOPUTÍSIMA TRINIDAD!.

- ¿Cómo que La Hijoputísima Trinidad?. Yo conozco a la Capulla Dualidad: la terrorífica entidad bicéfala “Presión Social” y “Debería”-.

- Mira, yo me emboto cuando quiero hablar conformado de esta manera, mejor me desdoblo y os decís lo que queráis…-.

(Joder, joder, joder… ¿la Hijoputísima Trinidad?…). - ¿Oye, podrías desdoblarte sin salpicar?, ¡esto no es agradable!.

- Hola,  aquí estoy: tu querida Presión Social-.

- Laura, ¡lo has adivinado!. ¿Qué tal de nuevo?. Al habla, Debería-.

- Ya os veo, pájaras-.

- Hola, yo vengo con ellas. Soy Síndrome Premenstrual.

- Je je je je je je je je je je je je je je

- Pero Síndrome, ¿tú?. ¿Tú también?. ¡Llevábamos mucho tiempo siendo coleguitas!-.

- Si Laura, ya lo sé. Si a mi lo que me gusta es estar tranquilo. Si ya sabes que yo sólo quiero meterme dentro de mi capullito a descans…zzzzzzz.

- Vaya panorama… A ver, ya que éste se ha dormido…¡¿Cómo sois así?!. Sabéis que Síndrome se va con cualquiera cada vez que viene. Porque bien sabéis que siempre viene, ¿no?: todos los meses, por regla general. Y también sabéis que podéis chuparle la energía para ser más poderosas, ¿verdad?. ¡¿Cómo tenéis tan poca vergüenza?!. ¡¿Es que no os podéis contagiar un poquito de Intuición e Instinto?!.

- Que se te pasa el arroooooz.

- A tu edad ya tendrías que vivir en tu casita propia.

- Y dale. Aparte de cansinas es que no tenéis argumentos… ¿pero por qué no os vais ya de una vez?.

- ¿Quien te va a cuidar cuando seas vieja si a estas alturas no tienes pareja ni hijos?-.

- Déjate de cursitos y rollos que no te sirven de nada y ponte con lo que de verdad te sirva-.

- ¡Siempre con lo mismo. Qué pesadas sois!. Pero mira, os lo voy a decir otra vez: que sepáis que sois completamente arbitrarias. Que si yo hubiese nacido en otro lugar, vosotras no seríais así…

- Claro, si hubieras nacido en una tribu amazónica, ahora ya tendrías nietos-.

- ¡¡JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA!!.

- Si es que yo no sé por qué me pongo a intentar razonar con vosotras, ¡par de gamberras!...
Síndrome, oye, ¡Síndrome!...¿te queda mucho?. Anda, espabila…-.

- No, déjame dormir un poquito más-.

- Ay Síndrome…no te podías haber ido con Creatividad, con lo que te quiere…-.

- Yo que sé… me estaban esperado en la puerta. Me llevaron con ellas diciéndome que tenían una cama muy blandita…y chocolate negro…y qué se yo…estaba muy cansad…zzzzzz-.

- Bueno pues nada, a aguantarse porque está visto que éstas no pueden cambiar y mientras vivan a la altura de los cimientos socioculturales se van a poner a hacer ruido en toda la estructura cada vez que quieran…¡Ay madre!, mira que picar de nuevo en la bromita de las cañerías…En fin, mientras Síndrome se termina de ir ya sé lo que me toca: entrenar y volver a subir toooodas las escaleras que hay hasta la claridad mental… Mejor será que empiece ya mismo.

- Oye Laura, (mírala qué digna que se marcha)…¿por qué no nos llevas contigo?-.

- Jua, jua jua jua jua jua jua jua jua jua juaaaaa-.

martes, 25 de febrero de 2014

Silvia, mi Gurudesa Bloguera

En mi cabeza las cosas no pasaban así.

En mi cabeza, yo seguiría ensayando a escondidas en este (sigue siéndolo) conato de blog y cuando llegara a unas diez entradas más o menos, escribiría una dedicándosela a ella, mi gurudesa bloguera. Sólo entonces saldría del armario y le anunciaría, con la dedicatoria bajo el brazo, que me había abierto un blog.

Pero hete aquí que no había contado con su sagacidad y fui yo la sorprendida mediante un comentario suyo, el primero de mi protoblog. Sorpresa agradable. Sorpresa que me emocionó. Sorpresa que chafaba el plan primigenio.

No contenta con ello, decide escribirme un post que no puedo leer sin que se me acelere un poco el corazón. Con lo que si sumamos rapidez a sagacidad se obtiene…doblegarse ante el gurú.

Ya no puedo seguir con esta tontería del gurú así que vuelvo al lenguaje llano para confesar que todas las mañanas mi jornada laboral comienza así: enciendo el ordenador, espero, abro Internet, espero, abro correo personal 1, correo personal 2, correo laboral, blog de Silvia, ¡ha escrito!... y ahí paro. ¿Lo leo ahora mismo o me espero justo antes del desayuno, que ya me habré relajado un poco y así me deleito con la lectura?. ¿O mejor después y así me lo leo de postre?.

La realidad es que el párrafo anterior sólo sirve para darle un poco de vidilla literaria, probablemente no conseguida, a este escrito mío. La verdad verdadera es que si hay post nuevo, a leer. Es un acto mecánico.

Una vez leído tengo que hacer esfuerzos para no convertirme en palmera, de las de dar palmas, y así innovar en mis comentarios y no poner la primera reacción que me sale, que es: “Jó, qué bonito Silvia” o, en otra variante, “Qué bien escribes, jodía”.

Porque escribe bien, pero bien.

Si decides montarte en su coche prepárate para dar un garbeo por parajes de Granada, o de Asturias, o de Almería con tal detalle que a la vuelta tu ropa se habrá impregnado del olor de esos lugares.

Si el viaje te deja cansado echaréis una siesta bajo la sombra de un quejigo, aunque tus conocimientos previos de botánica no te permitan distinguirlo de un álamo o un rosal. Y si eso no ha sido suficiente y necesitas reposar un poco más, ve con ella a Estepona a saborear los frutos del huerto de su padre y a sentir en tus carnes qué textura tiene la calma. El reposo como estado legítimo del ser humano.

Recuperadas las fuerzas, seguramente te lleve a Lisboa. Pasea por sus calles de fachadas decadentes y azulejos porque seguro que encuentras historias con sabor a verdad y a veces, a melancolía. Y enamórate de la ciudad aunque no hayas pisado nunca suelo luso.

En el camino de vuelta a casa la imagino desviando un poco la mirada de la carretera y señalándote las cosas que para ti pasan por alto. Porque debes saber que a Silvia la realidad se le revela y su mirada es capaz de descifrar la red invisible que une a las personas con las cosas, a los ciclos vitales con mondar judías, al atardecer con el mar…y te la descifra, vaya si te la descifra. Y te la digiere y sirve en bandeja para que comprendas que la vida es así de facilita. Que la felicidad es simple.

Antes de despediros, si te invita a cenar a su casa no digas que no. Aprovecha que subes para contemplar la sierra granadina desde su ventana y dile que te explique de qué color es en cada estación. Mientras te lo vaya contando ya tendrá en el fuego uno de los manjares de su tasca: cómelo lentamente porque lleva impreso amor, interés y dedicación.

Ya voy parando, futuro viajero. Te garantizo que lo disfrutarás mucho. Pero eso sí, si te animas sé sigiloso, habla bajito… porque seguramente, y más de una vez, se quedará durmiendo en los coches.

lunes, 24 de febrero de 2014

Diógenes

Señor agente, no sé cómo pudo pasar esto, lo prometo. Ni cuándo. Creo que más o menos coincidió con el momento en que empezó aquel pequeño dolor en el pecho. Digo mal, no era un dolor sino más bien la ausencia de dolor. Un sumidero patológico. Un vacío.

Me gusta leer, a la vista está, pero reconozco que no me daba mucho tiempo: demasiado trabajo, demasiados asuntos de los que ocuparme, ya sabe: hay que sacar al perro a sus horas, prepararle su comida, ver qué hago con el dichoso cajón de la cómoda que no cierra bien… Pero me gusta leer, que conste: me anoto todas las referencias de los suplementos de literatura, no me pierdo ninguna charla sobre libros y por supuesto, me encanta pasear por la biblioteca. También puedo pasarme una tarde entera merodeando entre las estanterías de las librerías de viejo; ¿qué me dice del olor de los libros usados?. A veces uno es capaz de saber quien ha sido el último usuario sólo con acercar la nariz al lomo.

Bueno, que me pierdo: realmente sólo me daba tiempo a leer antes de dormir, por eso era fácil que acumulara más de diez libros en la mesilla de noche, pero claro, tampoco leía mucho porque caía rendido después de un día de tanto trabajo. Ya sabe: arreglar las macetas, dar de comer a los pájaros, ¿quién les iba a dar si no?, ya se habían acostumbrado a que fuera yo el que les ponía las migas de pan en la esquina de la calle.

Pues eso, y poco más. Ah si, que de vez en cuando, si la pila de libros llevaba demasiado tiempo en la mesilla, el vacío de mi pecho volvía a la carga. No me pregunte por qué pero me hacía buscar y buscar…y lo más gracioso es que no sabía qué tenía que buscar. Lo único que sí sabía era que cuando me perdía en las librerías, sentía menos ese hueco y me olvidaba un poco… ¿le gusta cómo huelen los libros nuevos?. A mi me encanta. Huelen a  promesa, me digo a veces.

Y hasta hoy. Pero claro, mire usted, no me ha dado tiempo a leerlos. Yo quería llevarlos poco a poco a una biblioteca social al lado de mi casa pero no los voy a dejar ahí sin leer: ¿y si me estoy perdiendo una historia realmente imprescindible?. Pero claro, no me da tiempo. Tengo demasiadas cosas que hacer, ya sabe.

viernes, 21 de febrero de 2014

Conversaciones Internas. Part Two

Probablemente el camino de vuelta del trabajo no parezca, a priori, el mejor sitio para una epifanía, sin embargo la bici que iba sola, la brisa tan agradable en mi cara y la luz del día que merecería ser descrita por alguien más experto en literatura que yo, fueron suficientes para que se diera esa repentina calma mental y después… LA LUZ: La Idea que hacía que todo cobrara sentido. Por fin asía el cabo que me iba a permitir desmadejarme.
Pedaleo más rápido… que no se vaya, que no se vaya, la tengo que escribir… Llego sudando a casa, salto de la bici, subo las escaleras del piso dando tumbos y mientras sujeto las llaves con la boca, enciendo el ordenador con la mano que me queda libre porque la otra trata de liberarse del abrigo y la chaqueta.
El ordenador tarda más que nunca en emitir su NI NI NI NÍN de inicio. Por fin abro el Word y… la idea se ha esfumado.
O quizá siga ahí, pero estará en el centro de mi cabeza, palpitando asustada por la magnificencia de esas otras ideas grandotas que ahora la tapan. - No nos moverás -, le estarán diciendo a la pobre. - Llevamos aquí tanto tiempo que Laura ya no sabe lo que es vivir sin nosotras, mua ha ha ha há -.
Mi pequeña idea de luz se habrá acobardado, -yo soy una simple idea, no venía a quitar a nadie-, parece que le oigo decir. – Si, si, eso decís todas, pero después de las que son como tú, vienen muchas más. Que os reproducís como conejos-.
Pobre mía, algo gordo habrá querido desentrañar porque hasta su llegada, todas las demás llevaban un día bastante agitado. Las noto rebeldes, esta vez me va a costar que se vayan y hay que ser tajante. Manos a la obra:
- A ver, ¿qué queréis?, ¿de dónde venís?. Sé que en el fondo traéis un mensaje bueno. Tú misma, ¿qué te pasa?
- Nada, yo sólo represento lo que quieres y no haces
- Y ¿por qué te pareces a al fantasmita gordo de Casper, pero en feo?
- Eso dímelo tú. Yo sólo soy una entidad sin forma. Eres tú la que para representarme necesitas ponerme este aspecto. ¿Es que no te gusto?, ¿tanto te molesto que por eso me imaginas así de fea?
- (Es lista, la cabrona…)
- Oye, ¿qué pasa?, ¡que aquí ha llegado un pensamiento insultante!… ¡que me estoy enterando!
- Vale, perdona. Venga, dime por qué hoy estás tan grande y hermosa que no me dejas ver nada más
- Bueno, hoy has hecho un montón de cosas que van en contra de… esto, los jefes, ya sabes, tus Principios. Me han mandado a mí para que proteste.
- Oye, pues no es para tanto. Tampoco he hecho hoy tantas cosas como dices…
- Hombre, si te parece poco alimentar un sistema en el que no crees, aparentar interés por algo que te da igual, hablar con gente cercana utilizando frases hechas… ¡pues ya me dirás tú!
- Ya… bueno, reconozco que tienes razón. Lo que no pensaba es que eso iba a afectar tanto a mis Principios
- Pues se han enfadado, si
- Oye, y ya que estás ahí, ¿sabes cuándo va a aparecer El Pensamiento que me diga cuál es el siguiente paso?, ¿qué es lo próximo que toca?, ¿cómo lo abordo?.
- Pues eso creo que ya te lo hemos dicho mil veces: cuando seas totalmente coherente los Principios estarán calmados, yo descansaré, tú descansarás… y ahí es cuando vendrán las buenas ideas. Ya las veo de vez en cuando, que conste, pero es que hoy nos has puesto a todos de una mala leche que las pobres ni se acercan por aquí
- Bueno vale. Pero ya sabes que es difícil…
- ¿Tienes piernas?,
- Si
- ¿Tienes manos?,
- Esto…sí, ¿adónde quieres llegar?
- Pues que no veo ningún impedimento para la coherencia
- Ya pero mira, hay que tener los pies en la tierra y a veces hay que hacer cosas que a uno no le gus…
- Pues nada, ya sabes lo que toca, que es lo mismo que ha tocado desde que te diste cuenta de nuestra existencia
- Venga vale, me vas convenciendo. Tened paciencia. Es que tengo un poco de miedito.
- Ya te hemos dicho cien veces que lo que te mete miedo son unas ideas reptantes que no nos llegan ni a la suela de los zapatos. Vale que son pastosas, y que tardan en irse, pero son muy, muy pequeñas, que te lo digo yo
- Y…, la verdad es que tú también me pones un poquito nerviosa
- Para eso estoy, hija mía
- Bueno, pues nada, ¿cortamos?
- Sabes que no lo hacemos nunca
- Entonces, dejo ya de escribirlo, ¿no?
- Si, eso sí.

jueves, 20 de febrero de 2014

Efecto BLOG

11.00 am. Mujer (¿“mujer”?, ¿ya?) está trabajando. Se descubre el sol tras un nubarrón.
…La bofetada de sol le despertó de su letargo. ¿Qué hago aquí?, se dijo. Miró por la ventana y a pocos metros, más nítido que nunca, el campo se desplegaba en toda su extensión por el oeste. Era el privilegio de vista que le ofrecía la ubicación de la oficina, en el límite entre lo urbano y lo silvestre; lo artificial y La Verdad. Lo tuvo claro. Dejó las cosas como estaban, ni siquiera avisó a su jefe. Pasó de largo colocándose el abrigo ante las caras atónitas de sus compañeros, que no podían descifrar el brillo intenso de sus ojos. Cruzó la puerta, saludó al vigilante como si saliera a tomar el café de todas las mañanas y, sin volver la vista atrás, encaminó sus pasos hacia el oeste…

15:00 pm. Mujer se queda a comer en el trabajo…
…No se oía un alma en el cuartucho de la planta baja de la fábrica en el que les permitían tomar el almuerzo, sólo la radio solitaria de aquella mujer y, de vez en cuando, el tintineo de la cuchara chocando con el tupper de lata que se había preparado la noche anterior. Brócoli, patata, salsa de soja y champiñones, se mezclaban en un crisol de sabores cuyo deleite hubo de frenar en seco ante el sonido de aquellos pasos apresurados…

19:00 pm. Mujer vuelve del trabajo…
…Aquel día a la vuelta del trabajo la bici rodaba  sorprendentemente ligera bajo su cuerpo. No le sorprendió: se había vuelto vapor desde que, en el ascensor de la oficina, aquel roce furtivo de manos pasó por todas las transiciones entre lo casual y lo evidente…

21:30 pm. Mujer enchufa el secador dispuesta a quitar la humedad de su pelo (sinónimo de “secar” para ponerlo cerquita de “secador”, ¿dónde estás?). Tras la puerta de su piso se escuchan los besos y susurros primerizos coprotagonizados por su vecina adolescente.
…Y mientras escuchaba los ósculos tras la puerta, fue incapaz de frenar el torrente de recuerdos que acudieron a esos ojos que, vidriosos, le hablaban desde el espejo de juventud, esperanza y ahora…de soledad.

¡BUENO, BASTA!.

Hace pocos años temblaba si permitía que alguien leyera algo mío, aunque fuera la receta del bizcocho de yogur.

Hace sólo unos meses jamás pensaba que mi prosa virara desde el autoanálisis al recreo.

Hace sólo unas semanas ni se me pasaba por la cabeza que existiera la posibilidad de que mis escritos fueran expuestos.

Hace sólo unos días no contemplaba la idea inmediata de abrirme un blog.

Bueno pues lo hago y, ¿qué pasa?. Esto: mi mente escritora que tampoco sabía que existía, dándolo todo. En modo de perpetuo ON.

Pero que no es un ON que desarrolle ideas, no. Me deja semillitas de inicios de posts, finales de historias, títulos de relatos… y ahí te las apañes con tu archidesarrollado sentido del deber.

Y yo que para esto he sido, hasta la fecha, de “aquí te pillo, aquí te escribo”… ¡si lo llego a saber!.

martes, 18 de febrero de 2014

Conversaciones Internas. Part One

- Hola-

- Hola, ¿quién eres?-

- Autocrítica, me llamas-

- Jodeeeeeerrrr, ¿y qué quieres?-

- Ya lo sabes-

- Sí, lo sé todo, pero dímelo, anda, que entre tantos como estáis ahí de parloteo ya ni me aclaro-

- Que… ya te has dado cuenta, ¿no?...-

- Si, si, ya me he dado cuenta-

- …no hace falta que te lo recuerde-

- ¿Que ya soy libre?, te refieres a eso, ¿no?-

- Claro, joer-

- Vale, pues ya lo tengo claro. ¿Y ahora que hay que hacer?-

- Pues limpiar esto un poco, a ver si nos echas una mano porque está todo manga por hombro-

- ¿Pero limpiar qué?-

- Pues hija mía, te cuento: todas esas ideas de aprisionamiento, de cámaras de hierro blindadas en las que te veías como si estuvieras en un capullito… todo eso se ha desinflado y ahora tenemos por aquí unos charcos gelatinosos pudriéndose que echan un olor que no me veas…-

- Venga vale, lo que pasa que no sé como hacer eso todavía…¿medito un poco?-

- Pues ni idea: yo solo te critico todo lo que puedo-

- Y oye, espera, no te vayas. ¿Tú sabes por qué vinieron esas ideas?, ¿mi terreno era propicio acaso?, ¿alguien lo puso ahí?-

- No me voy a reír todavía de esa falsa retórica filosófica, pero mira, te vas a responder tú sola: sabes quién soy yo, ¿verdad?, AAAAUTO… y lo que sigue-

- Vale, vale, que he sido yo, no sigas-

- Pues eso mismo… Así que nada, ponte a ver cómo limpias esto o me quedo otro rato-

- Venga sí, ya voy, pero no seas muy dura mientras encuentro la forma de hacerlo-

lunes, 17 de febrero de 2014

Como pollo sin cabeza

Vienes de vez en cuando y no me gusta tu recado. Me dices cosas como: - Pero, ¿qué estás haciendo aquí?. ¡Corre!, ¡escapa!, ¡vuela!.

Y claro que tienes razón pero ¿adónde voy?. Y tú sin contestar, sólo que me pones un petardo en el culo y, como petardo rastrero del que no prevees trayectoria, me tienes corriendo como pollo sin cabeza.

Bajo tu presencia podrá verse a mi cuerpo yendo al trabajo con la bici, cestita llena con bolso y merienda mañanera o concentrado frente al ordenador o quizá de camino a la clase de yoga de los martes, esterilla en mano.

Pero por dentro vuelo, corro, escapo…y mi corazón late deprisa engañado por la nítida imagen de mí escapando, corriendo, volando.

No me gusta cuando vienes porque me sacas de quicio, me llevas la contraria, le das un manotazo a mi castillo de naipes y te vas corriendo. Me dejas desvalida, con el forro de los bolsillos fuera de mis pantalones y las manos caídas a los lados sin saber qué hacer con ellas.

Pero eso sí, con un petardo metido en el culo y mi corazón acelerado, dispuesta a correr como pollo sin cabeza.
 

domingo, 16 de febrero de 2014

Sobre lo pretencioso

Me ha pasado muchas veces al entrar en un blog nuevo, en esas idas y venidas que hago cuando me quiero entretener y me apetece leer..., y es que me he aficionado a saltar por los enlaces que tienen en el lateral mis blogs favoritos para ir descubriendo lo que hay por la, hasta hace poco para mí desconocida blogosfera.

En mis viajes blogueros me he sorprendido esperando ansiosa la siguiente entrada de auténticos seriales escritos por fascículos; leyendo entradas archiantiguas de blogs longevos para saber cómo era la persona que ahora me había enganchado o deleitándome con descripciones y con certeros análisis acerca de las impresiones y sentimientos humanos; me he partido de la risa con el humor ácido que destilan muchos de ellos... Y es que hay por ahí gente anónima que me encanta como escribe.

Claro que también me he encontrado con lo que a mí me ha parecido...: Lo Pretencioso.

Pfff, qué pereza. No sé cómo explicarlo. Es que lees la primera frase y ya te imaginas al autor/a paladeando bajo la luz de su escritorio la respuesta complaciente de las masas. Parece que puedes leer el pensamiento de esa persona que escribe diciéndose a sí mismo algo así como...: - les voy a poner este palabro a esta gente para que vean que tengo estudios... si es que la entienden, mua ha ha-. O te topas por ahí con textos de pretendidos graciosillos que suplen sus carencias con "mua ha has" y con estilos que a todas luces se ve que no les pega... Qué sé yo, que no tengo idea, sólo sé que hay escritos con tufillo a falso.

El caso es que ayer, una vez dado al clic de Publicar del segundo post, y después de "apagar sesión" y escuchar el ni ni ni nín de windows, se me vino esto a la cabeza y, como en el chiste de Jesús y sus discípulos en la última cena, pensé: "¿seré yo, padre?"*. Y es que, una vez leído lo que llevo y otras cosas de los últimos tiempos aún no sacadas del armario, me doy cuenta de que me suena a un ritmo conocido, quizá a una desenvoltura del que ya sabe de lo que va la vida... me suena a copia de estilo.

Estilo desenvuelto, rápido, irónico...yeah!.

En fin, no sé si es estilo de lo que hablo.

Tampoco sé a qué huele.

Pero así es como sale la cosa.

Me pregunto si parecerá pretenciosa.

* Jesús con sus discípulos en la última cena:
Jesús: Uno de vosotros me va a traicionar esta noche.
Pedro: Padre, ¿seré yo?.
J: No Pedro, eres justo y edificarás la iglesia. Tú no serás.
Juan: Padre, ¿acaso soy yo?.
J: No Juan, eres como mi hijo. Tu no me traicionarás.
Judas: ¿Seré yo, padre?.
Jesús, haciendo burla: ¿Seré yo, padre?,¿seré yo, padre?.

sábado, 15 de febrero de 2014

Pensaba que era original

En mi pasada y única entrada redactada hace un rato, describí de soslayo la revelación con me llegó al seso el nombre del blog.

Recordatorio: reciente pero creciente afán escritor-por-puro-placer-y-desahogo, una bañera, agua templada, esponja morada (de esas que están enredadas), mente al viento, ecos de "Laaaura, hazte un bloooog" y... finalmente... ¡my Godness!, el Nombre revelado.
Sentimientos de "soy original a tope".
El nombre va conmigo, a tope también.

Lo voy a explicar.

Llevo muchos, pero muchos años escribiendo mis desahogos y delirios. De hecho si alguien a mi muerte diera con los manuscritos y con los tecliscritos, lo imagino angustiado ante la idea de una vida tan, pero tan triste.

-Pues no tanto-, le diría desde Ultratumba, pues se trata de pura y dura escritura curativa al más puro y duro estilo autodidacta en esto de la psicología autoaplicada. Escritura para materializar las penas, para verlas desde otra perspectiva, para quitarles importancia; para leerlas con retrospectiva y alegrarme por haber crecido; para leerlas con retrospectiva y asustarme de no haber aprendido nada.

El caso es que eso he estado haciendo a escondidillas en cuasi toda mi vida. Si me conoces, habrás de saber que mientras tú estabas haciendo tus cosas, yo escribía lánguida por las noches tratando de desenmarañar la maraña mental que albergaba mi testa. Después nos veríamos al día siguiente, hablaríamos de muchas cosas de nosotros, o no tantas; de nuestros vestidos de primera comunión, de los exámenes, de lo guapo que era fulano o mengano, de las novatadas en la universidad, de los preparativos de algún viaje, de tu vestido de novia, de la rutina, del tiempo, de cómo está el mundo, de lo cara que se ha puesto la compra, del poco tiempo que tenemos para vernos ya... pero nunca, nunca te hablé de esta afición secreta.

Porque era terapéutica...

¿Y me curé?, que va, la sigo practicando. De hecho, me temo que estoy peor pues, al parecer, necesito la posibilidad vertiginosa de que alguien la lea y me pueda dar otras visiones.
O quizá algo sané porque me sale últimamente con cierta frecuencia escribir chorradas que me hacen gracia.

Total, que puesto que ha tenido esa finalidad en mí, así el nombre del blog, o conato de blog que ahora eres, blog.

Pero pongo el Nombre en google, para ver cómo el buscador te muestra como primera opción, y no apareces. Sin embargo, aparecen cientos de miles de posibilidades de página con el mismo nombre que tú, blog.

Y yo que pensaba que había sido original.

PD.: Si has puesto "Escritura Curativa" en google y te aparece esto, aquí no te voy a poder ayudar, pero te diría que escribas todo lo que te pase por la cabeza en tus lánguidas noches de necesidad de desahogo.

Voy a ver si funciona esto...

A ver, es sábado por la tarde. El momento de la semana que menos me gusta con diferencia.

¿Por qué?


  • De niña, porque me aburría.
  • De pre-adolescente, porque mis hermanos salían y me aburría.
  • De adolescente, por la expectativa no cumplida que me generaba la noche inminente.
  • De jovenzuela, pues porque el plan nocturno me provocaba cierto desasosiego.
  • De joven (no me gusta el jardín de denominaciones temporales en el que me he metido), por algo parecido a lo anterior... y ahora que me percato, creo que no evolucioné demasiado entre estas dos etapas aleatoriamente denominadas de mi vida en lo que a este aspecto sabadil, se refiere.
  • De ahora, y así neutralizo la denominación de este periodo en el que me hallo, pues creo que porque no he superado la manía que le cogí a las tardes de sábado en mis etapas anteriores... porque el ambiente de los sábados por la tarde se me espesa.


El caso es que esta mañana ahí estaba yo vanagloriándome con amigos de mi reciente valentía por publicar en Facebook algunos escritillos que voy gestando, cuando uno de ellos me dice: - Pues hazte un blog-.

Y no es por ser obediente, pero era algo que me rondaba la cabeza desde que hace ya tiempo estoy enganchada a unos cuantos de ellos; se acentuó algo después con un curso de Escritura Creativa que hice por puro placer y por contradecirme y ponerme a prueba (etapas de "voy a hacer cosas que no habría hecho nunca si me dejan pensarlo un poco"). Además, hoy se me ha ocurrido el blogginombre mientras me enjabonaba en la ducha.

No lo traía como tarea, lo de materializar el blog. Simplemente estaba echando un ojo perezoso por la red cuando el cóctel de estímulos previamente enumerado ha reaccionado. Sé que en otros lares físicos, temporales y mentales un choque similar de hechos y pensamientos ha dado a luz teorías que han cambiado el orden de la humanidad. En mi caso, se trata de un pequeño paso para la humanidad, pero uno grande para mí.

Dejémonos de épica, que no es para tanto: conozco mi ausencia de constancia con según que cosas y también mi autoexigencia y sentido de la obligación: simplemente es sábado por la tarde y me quería entretener.

-Fin de la cita-